Introducción del libro de Pola Suárez Urtubey ‘Historia de la Música’
Historia de la Música I IMMA, 1ra Clase del 5 de Abril de 2017
Prof.: Juan Sebastián Garófalo
El siguiente texto nos introduce en la visión de la autora, de que las texturas en música pueden ser consideras como expresiones propias de sus épocas y por lo tanto ser útil al análisis histórico de los discursos musicales.
‘El elemento
ordenador de este libro, más allá de su división en períodos históricos, es la
textura. El vocablo, como todos saben, alude a la técnica del tejido. Proviene
del latín y significa “disposición y orden de los hilos en una tela”, aunque,
en un sentido figurado, el idioma castellano lo hace extensivo a la “estructura
de una obra de ingenio”.
Dicha
acepción ha servido a la música para explicar, a su vez, su propia estructura,
porque le lenguaje musical está constituido por “hilos” horizontales que
constituyen la melodía, mientras los “hilos” verticales forman los acordes.
Pues bien, esa trama formada por lo horizontal y lo vertical es lo que origina
la textura musical. Pero el tejido no ha sido exactamente igual en la música
occidental durante los veinte siglos transcurridos. Esta relación conoce por lo
menos cinco variantes fundamentales, además de posibilidades intermedias. La
diversidad de texturas provoca diferencias notables en el estilo musical, que
el oyente advierte, sin duda, aunque muchas veces ignore cuál es la causa.
El lector
encontrará este libro dividido en cinco partes, entonces, en relación con ese
elemento que constituye la base del lenguaje. La primera se refiere a la
textura monódica (o monofónica), la cual predomina de manera excluyente durante
los diez primeros siglos de música occidental, a través del canto de la Iglesia
cristiana. Consiste en una sola y única línea de canto, que todos entonan,
aunque lo hagan en diferentes alturas según el registro (soprano, contralto,
tenor, bajo) de cada cantor. Esa textura monódica se prolonga en los siglos XII
y XIII con el canto profano de los trovadores; pero mientras ello ocurre, ya se
está desarrollando, a un nivel artístico cada vez más complejo, el segundo tipo
de textura que nos ofrece la creación sonora de Occidente. Es la polifonía, en
la cual existen varias voces o líneas horizontales, con su diseño individual,
pero conectadas por relación de verticalidad unas con otras. La polifonía
encuentra en la Alta Edad Media y en el Renacimiento grados encumbrados de
fantasía y perfección, que luego el período Barroco prolonga, llegando a nuevos
prodigios de imaginación a través del arte de Händel y Johann Sebastian Bach.
La tercera
textura que hace su aparición es la llamada monodia acompañada y es la que
acuna el nacimiento de la ópera, hacia el 1600. Esta técnica consiste en una
melodía de vuelo amplio y libre y absolutamente destacada, la cual se apoya en
acordes que van “acompañando” su diseño.
El cuarto
tipo se impone con el estilo clásico y romántico y la conocemos con el nombre
de textura homofónica. Ahora la melodía es menos independiente, porque el
acompañamiento toma mayor dignidad artística que los simples acordes de la monodia
acompañada. Esos acordes se disgregan formando sus propias líneas horizontales,
las cuales con todo siguen dependiendo del curso de la melodía principal. También
puede interpretársela como una sucesión de acordes disgregados que están
horizontalmente conectados por una melodía.
El siglo
XX, por fin, se caracteriza por una gran variedad de estilos y corrientes estéticas;
por tanto, recurre a las variadas texturas ya existentes. Pero si en una de
ellas domina, adquiriendo rasgos propios, es nuevamente la polifónica, solo que
ahora, regida por diferentes leyes, da origen al contrapunto disonante. Eso
significa que los “hilos” horizontales recobran su autonomía, como ocurría en
el estilo medieval, renacentista y barroco, pero los encuentros verticales de
esas voces aparecen signados por la disonancia. (…) ‘
Comentarios
Publicar un comentario