Todas las hojas son del viento
Todas las hojas son del viento;
y los sonidos, del silencio.
por Juan
Sebastián Garófalo
''¿Qué es ese alguien sino una totalidad que percibe signos y los relaciona con aquellos que ya posee?''
'' 'Sonido' es aquello que al ser percibido por el sentido de la audición, puede ser convertido en signo.''
''El silencio es, entonces, la falta de significación a través del sonido.''
''La música bien puede ser signo de un pensamiento convertido en sonido, o de sonidos que son signos de acciones que se convierten significativas para quien las escucha y puede asimilarlas a través del sentido de la audición.''
Todas las hojas son del viento: La percepción de una consecuencia más
allá de lo percibido.
Antes de que hablemos de sonidos y música, te propongo un juego donde imaginemos
una escena que, prometo, servirá para divertirnos leyendo el presente texto:
-
Un árbol indefenso, en la
soledad. Sus hojas se mueven. Es decir,
tienen movimiento propio en vez de ser movidas. El árbol debe estar alegre, más
allá de su soledad, y es por eso que baila. -
O quizás, ¿sus hojas son movidas por algo invisible?
Sí, lo sabemos. Admitámoslo, sabemos que es el viento quien mueve las hojas,
las cuales hacen fluctuar con suavidad las delgadas ramas del árbol. Lo
sabemos. Pero volvamos al punto que quiero señalar: percibimos que las
hojas se mueven respecto a un punto fijo, tal como el tronco del mismo árbol.
Mi interés es preguntar por qué percibimos algo
pero sabemos que lo que ocurre es en realidad otra cosa; no lo que vemos directamente, es decir, la percepción
directa de un fenómeno a través de uno de nuestros cinco sentidos. Y señalo
algo más aún: lo que vemos es opuesto a
lo que sabemos, y sin embargo estamos convencidos de que lo que sucede en
la realidad es aquello que no percibimos a través del sentido de la visión, en
éste caso, el cual es uno de nuestros cinco sentidos.
Continuemos un poco más con nuestro árbol danzante: a la vez, lo estamos
viendo a través del vidrio transparente de una ventana, pues nosotros estamos
dentro de una habitación cerrada que nos aísla de las inclemencias climáticas.
Es decir, vemos el movimiento de las hojas sin percibir en nuestra piel la
frescura del viento, ni en nuestros oídos sentimos su sonido arremolinándose en
las cavernas de nuestras orejas. Lo
sabemos, es el viento y los árboles no bailan. Quizás sea el baile del
polvo que se levanta del suelo, incluso las hojas muertas que se elevan, lo que
nos indica la presencia del viento. Pero pongámonos de acuerdo en una cosa, si
es que podemos: no hemos visto, en ningún momento, al viento; percibimos
sus consecuencias, y recordamos otras experiencias que comparamos con el
fenómeno actual. Incluso, lo comparamos con explicaciones previas, pues en
definitiva, no lo vemos ahora ni hemos visto nunca al viento. Solamente a sus
consecuencias.
A ésta altura de mi discurso, aviso que mi intención no es hablar aquí de
religión o mitología, pero bien que podría servir para ello! Pues damos por
seguro la existencia de algo que no hemos visto y quizás no veremos jamás, pero
afirmamos su existencia aunque solamente podremos percibir sus consecuencias
sobre nuestros sentidos y nuestra realidad.
Volviendo a nuestro arbolito, cuyas hojas son todas movidas por el
viento, pretendo que nos sirva como un ancla de nuestro discurso para
ponernos a pensar en el fenómeno de la percepción. Mi intención es hablar de
temas que suelen abstraerse demasiado, pero partiendo de un ejemplo al que
podamos acudir de aquí en más para materializarlo. Sigamos.
Un
signo es algo que está en lugar de otra cosa, y ésto es para alguien que lo
percibe. Tal es así la definición de signo, desde la perspectiva
de Charles Sanders Peirce, a grandes rasgos. El movimiento de las hojas es signo del viento presente, para aquél que sepa que puede ser el viento
quién las mueve. En mi experiencia no recuerdo haber pensado alguna vez que es
el mismo árbol quién se movía... y ello me resulta tan extraño. Decir que un
árbol se mueve, no es lo mismo que decir que un árbol es movido por algo
invisible… De hecho, ahora mira la palma de tu mano y dime que tienes allí,
rápidamente y sin pensarlo. Dime qué hay ahí. Y más de uno habrá dicho 'nada',
pero recuerda: hay aire, hay partículas de polvo invisible, y no hablemos de
bacterias microscópicas.
Al respecto debo contar una breve anécdota, más bien un pensamiento: he
visto un video en Youtube.com que muestra esquemáticamente las partículas
subatómicas, adentrándose como con un microscopio hasta llegar a poquísimos
elementos más allá del quantum. Y yo pensaba que, en realidad, el espacio vacío
que aumentaba cuanto más microscópicamente se avanzaba, representaba el
desconocimiento: la falta de signos, más allá de los elementos reconocidos como
parte de la realidad. Y así es que creo que ese es el trabajo de la ciencia: ir
descubriendo lo existente allí donde se creía que no existía nada. Por lo
tanto, podría yo decir que para mí 'la
nada' es simplemente lo desconocido, que se hace elemento y materia cuando
a la vez se transforma en signo, pues antes no había sido capaz de representar
nada, y por lo tanto, no poder ser percibido por alguien.
Los libros de la buena memoria: la memoria como signo interno del
sujeto, camino a una semiosis indefinida.
Retornando a Peirce, debo resaltar aquello del alguien que percibe algo que está en lugar de otra cosa. El
signo es algo que un alguien percibe, y de ese alguien debemos
hablar; en fin, estaremos hablando también de nosotros mismos.
En la memoria, como si se tratara de libros, guardamos signos. Es decir,
tenemos cosas que están en lugar de otras. No tenemos un durazno en
la memoria, tenemos un recuerdo de un durazno en algún aspecto. O incluso
en algunos aspectos, ya sean visuales, táctiles, olfativos, gustativos o
sonoros. Podemos tener múltiples recuerdos de un durazno, incluso otro tipo de
recuerdos relacionados a aquellos propios de la percepción; por ejemplo, el de
una sensación placentera unificada. Con unificada quiero decir superadora y
diferente de una mera suma de partes, es decir, un solo signo, ya sea simplemente
'placer', para dar un ejemplo. Por ello, imaginemos posibles combinaciones de
los registros perceptuales: ellas se transformarían en nuevos signos,
es decir, una combinación que está en lugar de otra cosa, para alguien.
¿Qué es ese alguien sino una totalidad que percibe signos y los
relaciona con aquellos que ya posee?
No era mi intención hacer propuestas sobre la conciencia, el Ser, ya sea
cartesiano o heideggeriano, ni lo es ahora. Tampoco lo es discutir sobre
aquello que se percibe consciente o inconscientemente. Simplemente,
continuaremos con la vista en el signo triádico y la propuesta de la existencia
de una semiosis infinita, tal como ha sugerido Peirce.
Aquí también proponemos que la mente humana está compuesta por
una red de signos, y que a la vez son signos todo aquello que
podemos percibir y pensar, ya que la
realidad misma sería para nosotros aprehensible solamente a través de ellos.
Sin entrar en detalles, quiero proponer que la
realidad exterior a nosotros como sujetos no puede ser completamente develada,
sino solamente acercarnos a ella a través de una representación parcial a
través de signos, que podremos percibir, procesar y guardar en nuestra
memoria, nunca en su totalidad y solamente en algún aspecto.
De ello se trata el concepto de semiosis
infinita propuesta por Peirce, en base a la cual yo quisiera también
nominarla como indefinida: se trata de una construcción relacional
que crece a partir de elementos existentes, pero que no elije seguir un camino
exponencial sino que economiza su ampliación, dotando a esa red de un sentido
particular que no podría predecirse, pues no se desarrolla interconectándose
con todos los aspectos de la cosa, sino con algún o algunos aspectos percibidos.
Ello es lo que permite que para dos sujetos un mismo fenómeno externo pueda ser
percibido de manera distinta: no solamente se está frente al fenómeno, sino que una particular
red de signos, es decir ‘una mente’ se refleja en el fenómeno, que será
percibido de una manera tal debido a la forma de aquella red que le observa.
Por ello, el término 'indefinida' pretende contribuir a la idea de una
expansion de la red sígnica mental no de manera lógica exponencial, sino que
siempre es limitada por el background sígnico precedente en el aparato perceptual,
independientemente de las cualidades en el medio o aparato perceptor. Al
respecto, proponemos para otra experiencia el comparar cómo perciben un mismo
fenómeno un ojo normal y otro con miopía o algún tipo de distorsión física,
para poner en evidencia la particularidad de la percepción de un mismo evento
en dos redes sígnicas diferentes, incluso en cómo recolectan información del
hecho externo a ellas.
Los sonidos del silencio: era necesaria toda la reflexión previa para
poder escuchar lo que sigue
El viento no suena. El viento puede hacerse escuchar a lo sumo. El viento
no es solamente aire, sino 'aire en movimiento'. Entonces, ¿por qué distingo ‘aire
en movimiento’ de ‘sonido’? De hecho, una definición incuestionable del sonido
es que se trata de 'aire en movimiento'. Por lo tanto, volveremos a ver aquí
que aquél que percibe, el alguien, es nuevamente el protagonista.
Éste personaje, es llamado en la tríada sígnica de Peirce, 'el interpretante'.
El sonido es aire en movimiento que puede ser percibido por
humanos, por lo tanto, está dentro de los márgenes de la percepción auditiva
humana. Como paréntesis, deseo señalar que un ultrasonido está en cuanto
a velocidad por unidad de tiempo, es decir frecuencias, por encima de la
percepción humana, y el infrasonido, por debajo del margen de frecuencias;
quería señalar aquí que tal como en la música occidental, hacemos culturalmente
hincapié en el parámetro altura para denominar al sonido y
separarlo de aquello que no lo es, pues un ultra o infrasonido se clasifican
así según su frecuencia vibratoria antes que por su amplitud/intensidad.
Cerrando paréntesis, 'dentro de los
márgenes de la percepción humana' implica decir que 'sonido' es
aquello que, al ser percibido por el sentido de la audición, puede ser
convertido en signo. Y de ello creo que se trata la música... del cómo convertimos en signo a los sonidos.
El silencio es como la nada de la que hablaba anteriormente, es una
ausencia de sonido no como movimiento de aire perceptible por los humanos, sino
como falta de significación a través del sentido de la audición. Recordemos los
entre 30 y 45 decibeles de 'silencio' en una sala de conciertos, o en la máxima
de John Cage, sobre que 'el silencio en realidad no existe'.
Entonces, concluyendo en parte, la música bien puede ser signo
de un pensamiento convertido en sonido, o de sonidos que son signos de acciones
que se convierten significativas para quien las escucha y puede entonces
asimilarlas a través del sentido de la audición. El silencio es, finalmente, la
falta de significación a través del sonido.
En el silencio es definitiva la amplitud
de la onda sonora como parámetro a considerar, por lo tanto es la intensidad
del sonido un elemento importante para la significación. Incluso, el sonido
repetitivo y constante se convierte en falto de significación, cuando deja de
estimular la percepción a través de una variación, convirtiéndose en ‘silencio’
no por amplitud sino por incapacidad de hacerse significativo.
Una pregunta, rara: ¿estás viendo o escuchando éste texto?
No pretendo responderla ahora. Cuando pueda, te aviso.
Ya que él las mueve hasta en la muerte
Si conoces bien a aquella canción de Luis Alberto Spinetta, quizás hasta
hayas escuchado en tu mente, luego de leer el subtítulo precedente, la
continuación que reitera la frase 'todas las hojas son del viento'. Incluso, podrías
haber recordado las variaciones de altura en la melodía, y hasta quizás
imaginaste o recordaste el timbre aflautado del Flaco cantando la canción. Y ¿el
sonido dónde esta? En tu mente no hay sonidos, simplemente hay
signos que representan sonidos percibidos en el pasado que te sirven para reconstruir
lo que ya conocías como experiencia pasada y registrada en los libros de la buena memoria (y si conoces la otra canción del
Flaco llamada así, discúlpame pero no quiero extenderme mucho más con el uso de
ejemplos).
Si no sabes de qué estoy hablando, es porque no tienes una serie de
recuerdos necesarios para reconstruir parcialmente al menos a aquella cosa que es la canción 'Todas las hojas
son del viento', de Luis Alberto Spinetta. Dicho de otra forma, quien posee en
su red sígnica una serie de registros perceptuales relacionados a aquella
canción podrá interpretar al presente texto de una forma diferente a aquellos
que no poseen esos recuerdos. De hecho, se podría haber recorrido los
subtítulos de este texto sin imaginar que citan a canciones. El elemento que
permite citar a un recuerdo está ahí presente, pero no puede hacerlo a falta de
aquél signo necesario en el interpretante. Incluso, puede tenerse guardado en
la memoria aquella referencia, y no haberla percibido hasta recién ser avisado
de ello, y ahora estaría ocurriendo una re-significación de secciones de éste
texto.
Espero puedan ir generándose una serie de reflexiones y conclusiones a
partir de éste ensayo, y no quiero yo desarrollarlas en el presente espacio. No
faltará ocasión nueva para seguir tales caminos de reflexión.
Sí he tenido la intención de señalar la complejidad existente durante la
percepción del fenómeno musical, ante lo cual pretendo seguir reflexionando con
la ayuda de herramientas ofrecidas por el análisis semiótico, que considero
útiles y necesarias para esclarecer la vida propia de la práctica musical, en
toda la multiplicidad de aspectos que presenta. Sin más por hoy, gracias por
leerme.
Juan
Sebastián Garófalo, Lic. en Música y Docente
26 de
Marzo de 2018
Revisado el 31 de Marzo de 2018
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